Me acerqué a mi madre, que estaba tumbada en la cama:
+ Ya he llegado de clase.
- ¿Has aprendido mucho?
+ Lo suficiente.
- ¿Te has divertido?
+ No mucho.
- ¿Ya has comido?
+ Sí.
- Bien…
Y diciendo eso se volvió a meter entre las sábanas de su cama. Yo salgo de su habitación y así es como acababa la rutina de cada día con preguntas sin sentido y respuestas superficiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario